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La iglesia parroquial de la localidad, dedicada a Santa Catalina Mártir se localiza en la plaza Mayor junto al Ayuntamiento y otros edificios de gran calidad visual. Presenta una planta de cabecera poligonal con forma de medio hexágono, en lugar de medio octógono como ocurre en las iglesias de la misma fecha en la Sierra de Albarracín y flanqueada por dos sacristías (al exterior configuran una cabecera totalmente recta). Tiene una sola nave de cuatro tramos con siete capillas laterales entre los contrafuertes, construidas por las familias nobles de la villa como capillas funerarias. La cabecera y nave se cubren con bóveda de crucería estrellada. Las capillas laterales presentan distintos abovedamientos renacentistas, entre los que destaca el de la Capilla de San Juan Bautista. Presenta además coro elevado a los pies sobre las capillas del último tramo. Al exterior se observa la fábrica de mampostería, reforzada por sillares en los ángulos, que posee el característico tono rojizo del rodeno, piedra arenisca abundante en la zona, que describe un volumen prismático único, cubierto por tejado a cuatro aguas, en el que no se manifiestan ni la cabecera ni las capillas. Resalta tan solo el volumen de la torre campanario a los pies del templo con tres cuerpos de altura y la bella portada renacentista de líneas muy clásicas. La parroquial conserva varios retablos de los siglos XV a XVIII, entre ellos, en la primera capilla del Evangelio, un retablo gótico de San Juan, de la escuela internacional, realizado hacia 1430 y un púlpito de hierro, raro ejemplar, realizado hacia 1599.
Las magníficas obras iniciales del maestro francés Juan de Marca lo convertirán en uno de los principales artífices de la recuperación del mudéjar en la segunda mitad del siglo XVII y uno de los más reputados arquitectos del momento, granjeándole encargos tanto en Zaragoza como en otras iglesias de la provincia, que decorará con yeserías mudéjares. Sin embargo, de forma repentina, su obra dará un giro sorprendente en los trabajos que realizará para el conde de Morata, como el palacio de Morata de Jalón o el innovador diseño urbanístico de Chodes, en los que adoptará magistralmente los nuevos lenguajes del barroco civil italiano, implantando un nuevo estilo que se extenderá pronto a otros lugares, como Villafranca de Ebro.
Jesús Vázquez ObradorSabiñánigo, Comarca del Alto Gállego, 2002